viernes, 26 de noviembre de 2010

Semuc Champey


Cuando llegué allí no me imaginaba la travesía tan dura que tenía que pasar para poder admirar la belleza del lugar.


Caminando unos 500 metros, tras pasar la garita de control, divisas el cartel que dice así: “El mirardor, tiempo de recorrido 1 hora y 15 minutos. Dificultad difícil”.Y si a esto le sumamos que llovía bastante cuando comenzamos,( aunque luego el sol nos dejo disfrutar del paisaje durante unos minutos), que era una subida llena de escaleras rocas y lodo y que mi calzado no era el más adecuado…esa dificultad se triplicaba.


Aún no sé ni como no me caí, ni me resbalé ni nada. No podía dejar de subir, recorrer casi 12 horas de viaje y quedarme abajo e ir directamente a las pozas, es algo que me arrepentiría toda la vida. Así que, decidida emprendí rumbo a la cima, esos sí, siempre con la ayuda incondicional de mis compañeros de viaje. La primera en llegar fue mi compañera que recibió al lugar con un estruendo grito. Yo aún, un poco rezagada no entendía muy bien, pero cuando por fin pude admirar aquello, lo comprendí a la perfección.


Demasiadas piscinas naturales como para poder contarlas, pequeñas cascadas, una azul turquesa indescribible, las montañas en el que se esconde, la neblina un poco baja y los rayos del sol, hacen de Semuc Champey, sin duda alguna; “ El lugar más bello de Guatemala”.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Lugar de las voces, Lugar de las lenguas


Durante los días que estuve en el Petén, no podía faltar la visita obligada a Tikal. La ciudad más grande y antigua de la civilización maya.

Hacía años que había oído hablar del lugar, pero creerme, que nunca imaginé lo que mis ojos vieron. Si llegas a primera hora de la mañana, cuando Tikal abré sus puertas, podrás pasear sin gente, sin ruido entre la frondosa selva, oyendo a las diversas especies de pájaros y sobre todo el inmenso sonido de los monos. Caminarás e irás pensado como los mayas, en aquellos lugares tan recónditos dicidieron asentar su poblado.

A medida que caminas, vas descubriendo nuevos templos. Inmensas edificaciones dignas de admirar. Subes cientos y cientos de escaleras para llegar a la cima, y tus ojos van contemplando sin escrúpulos aquellos lugares. El calor y el cansancio se apoderan de ti. Las ganas de llegar al Templo IV se hacen más cesantes. Mientras, por el camino, divisas unos monos y allí, te quedas parada pensando en que posiblemente se acercará.

Y por fin, cuando subes cientos de escaleras para llegar a la cima, tu cansancio desaparece y tu boca comienza abrirse cada vez más. Te sientas y respiras. Miras al horizonte, a derecha e izquierda, arriba y abajo, y sí, piensas que lo que estas viendo es cierto.Que tus ojos son participes de la belleza de aquel lugar, de la tranquilidad y el sosiego que te produce. De que nunca jamás verás una belleza igual y que por mucho que expliques y des detalles, nunca, nunca conseguirás describir con las palabras exactas lo que tus ojos vieron y vivieron.

Me sentí tan cerca del cielo, que imaginaba que tocaba las nubes, que estaba cerca de los míos...

Foto: Temnplo IV, Tikal el Petén

lunes, 1 de noviembre de 2010

Siempre conmigo


La verdad que tengo esto un poco olvidado. No tengo mucho tiempo, y el tiempo que me queda, lo dedico a relajarme, preparar las actividades para los próximos días y a conocer los encantos de este país.

Hace más de una semana, que estuve en el departamento del Petén, un lugar que tiene una belleza inexplicable. Un viaje de 8 horas y un regreso de 15 merecen la pena.

Las razones para estar allí 10 días fueron el primero, para conocer como trabaja allí la ONG en la que estoy y estar durante una semana haciendo actividades con ellos y la segunda, conocer los lugares que esconde aquella región.

Durante 10 días, estuve compartiendo casa con las adolescentes y madres solteras. Fue una experiencia inolvidable. Sus testimonios, las razones por las que allí estaban, me hicieron pensar mucho sobre mi vida y sobre todo la suerte que tengo y que tenemos. Allí, en esa zona la vida es más dura, casi no tienen alimentos, no hay muchas empresas y es más difícil que les donen comida. Pero tienen un valor y un coraje que por mucho que os escribiera y os detallara, no podría describirlo a la perfección.

Me sentí y me siento una privilegia por haber compartido con ellas una pequeña etapa de mi vida, por dejarme que las conociera, por enriquecerme y por supuesto por aprender tanto de ellas...


Foto: Isla de Flores, Petén