Hace unos años, nació un artista como la copa de un pino. Un artista del Sur de León. Alguien a quien han cerrado muchas, muchas puertas. Autodidacta en el mundo de la pintura, heredó de mi abuelo - que en paz descanse- el arte de la artesanía.
Vidrio, madera, hojalata, latón, cobre...es capaz de convertir cualquier material en una autentica virguería. Y cuando coge un pincel puede estar horas y horas sin dejar de pintar.
Admirado por muchos, odiado por otros; algunos le denominan el "Van Gogh coyantino". No sé, si por su similitud con el artista holandés a la hora de pintar sus cuadros o simplemente porque mientras vivía no se le reconoció nunca su obra. Quien admira a Chiches, sabe que algún día será reconocido fuera de su tierra y quien tiene un cuadro entre las paredes de su casa, lo admira pensando que tiene una auténtica y verdadera obra de arte.
No sé como definir el sentimiento que tengo. Es una mezcla entre rabia y pena. Rabia porque no es reconocido como se merece y pena porque no puede llegar a más gente.
Yo tengo la esperanza de que algún día su obra traspase fronteras. Tengo la esperanza, porque creo en su arte, admiro lo que hace -ojalá yo hubiera nacido con esas manos que él tiene-, su capacidad creativa, su manera de expresarse,... pero sobre todo, tengo la esperanza porque es mi padre y un día cuando era pequeña, le prometí que costará lo que me costará haría que su obra fuese reconocida como se merece.
El artista nace, no se hace y tú, naciste artista,
El beso más grande de tu hija pequeña.
Foto: Javier Revilla Casado
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