Durante los días que estuve en el Petén, no podía faltar la visita obligada a Tikal. La ciudad más grande y antigua de la civilización maya.
Hacía años que había oído hablar del lugar, pero creerme, que nunca imaginé lo que mis ojos vieron. Si llegas a primera hora de la mañana, cuando Tikal abré sus puertas, podrás pasear sin gente, sin ruido entre la frondosa selva, oyendo a las diversas especies de pájaros y sobre todo el inmenso sonido de los monos. Caminarás e irás pensado como los mayas, en aquellos lugares tan recónditos dicidieron asentar su poblado.
A medida que caminas, vas descubriendo nuevos templos. Inmensas edificaciones dignas de admirar. Subes cientos y cientos de escaleras para llegar a la cima, y tus ojos van contemplando sin escrúpulos aquellos lugares. El calor y el cansancio se apoderan de ti. Las ganas de llegar al Templo IV se hacen más cesantes. Mientras, por el camino, divisas unos monos y allí, te quedas parada pensando en que posiblemente se acercará.
Y por fin, cuando subes cientos de escaleras para llegar a la cima, tu cansancio desaparece y tu boca comienza abrirse cada vez más. Te sientas y respiras. Miras al horizonte, a derecha e izquierda, arriba y abajo, y sí, piensas que lo que estas viendo es cierto.Que tus ojos son participes de la belleza de aquel lugar, de la tranquilidad y el sosiego que te produce. De que nunca jamás verás una belleza igual y que por mucho que expliques y des detalles, nunca, nunca conseguirás describir con las palabras exactas lo que tus ojos vieron y vivieron.
Me sentí tan cerca del cielo, que imaginaba que tocaba las nubes, que estaba cerca de los míos...
Foto: Temnplo IV, Tikal el Petén
2 comentarios:
“Flotamos como una mota de polvo en el cielo de la mañana…” y todo cuanto vemos en el cielo irradia nuestros sueños. Tikal, "Lugar de las Voces", "Lugar de las Lenguas".
Hola, enana.
Qué envidia Marisol...
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